¡PICHICHI!, GENIO DEL FÚTBOL y SOBRINO DE UNAMUNO
Pichichi nació futbolista, pero su hermano mayor Raimundo, que era uno de los ingenieros más importantes de las minas de hierro de La Arboleda le enseñó los trucos y técnicas que aprendió de este deporte durante su época de estudiante en Londres. La combinación de ambas cosas, convirtieron a Rafael Moreno en una leyenda.
Autor: Emilio Cobos
Rafael Moreno Aranzadi nació el 23 de mayo de 1892 en el número 10 de la calle Santa María del Casco Viejo. Pero aquel chaval “travieso, díscolo y enredador”, que tantas alpargatas rompió jugando a fútbol en los muelles volviendo locos con su dribling a lo marineros ingleses que venían a Bilbao a cargar el mineral de hierro tuvo una vida muy corta. El famoso y malogrado Pichichi murió el 1 de marzo de 1922 en el cuarto piso del número veintiuno de la calle Iturribide víctima de una traidora enfermedad en la plenitud de la vida y cuando en su hogar le sonreían las gracias infantiles de su hijita Isabel. Unos días antes, el que fuera también sobrino de Miguel de Unamuno, había comido una ración de ostras, una de las cuales debió estar en mal estado. Cayó enfermo y el médico le diagnosticó tifus, infección de la que entonces era prácticamente imposible escapar. A los 29 años rindió su tributo a la tierra entre el llanto de los suyos y el desconsuelo de multitud de admiradores y admiradoras que supo ganarse en su corta carrera con su afable trato y su gran ciencia futbolística.
En su día, el masajista rojiblanco Lequerica contó una entrañable anécdota que confirma el cariño que Pichichi sentía por sus colores. Enfermo ya de gravedad, y cuando el tifus abría brecha en su cuerpo, Rafael pidió detalle de un partido que el Athletic jugó en Irún contra la Real Unión, que estos ganaron por cinco a uno. Al saber el adverso resultado para los suyos, quiso levantarse como una flecha del lecho para ir al club. Para impedírselo, su esposa tuvo que engañarle diciéndole que el resultado era al revés, que en realidad los que habían vencido eran los del Athletic. Sólo así pudo aplacarle la nerviosidad que corría por su quebrantado organismo.
Generación tras generación se ha ido transmitiendo la leyenda de Pichichi como gran goleador y excelente persona. Mal estudiante, pero muy inteligente. El que iba para abogado, marcó en 1913 el primer tanto de La Catedral.
El 8 de diciembre de 1926 se inauguró el sencillo monumento a Pichichi, obra del escultor bilbaíno Quintín de Torre Berástegui, con un partido en que el Athletic venció al Arenas por siete a dos. Muchos clubs enviaron flores, con las que se rodeó la estatua. Desde entonces, todos los clubs que juegan por primera vez en San Mamés depositan junto a su busto un ramo en honor a su memoria. En el terreno futbolístico, el hombre que tenía la costumbre de jugar con un pañuelo blanco anudado en la cabeza, es homenajeado cada año con la concesión del Trofeo Pichichi que se entrega al máximo goleador de la temporada.
Pero Rafael, inmortalizado con su novia en un cuadro pintado por Aurelio Arteta, debe mucho de su arte del balompié a su hermano mayor Raimundo. A principios del siglo XX, era costumbre que las familias acomodadas enviaran a sus hijos al Reino Unido para que adquirieran aquella cultura, incluido el idioma, y así triunfaran en una sociedad tan anglófila como la que entonces tenía Bilbao. Joaquín Moreno hizo lo propio con su primogénito Raimundo, que completó su carrera de Ingeniero de Minas en Londres para luego ejercer en los yacimientos de la Orcorena. En estas minas de La Arboleda es donde por primera vez se gritó el All iron! (Todo hierro).
Pero en las islas, Raimundo también adquirió una gran destreza como nadador interesándose a la vez por el nuevo deporte que estaba haciendo furor en aquellas tierras, el fútbol. Aprendió su técnica, y si bien es cierto que luego no lo practicó como profesional, porque lo suyo era la natación, sus conocimientos, técnicas y trucos fueron decisivos para que su hermano pequeño se convirtiera en una legitima gloria del fútbol.
A pesar de multitud de ofertas tentadoras, Pichichi siempre fue fiel a los colores de su club. Esta noble raza de deportistas, justo es confesarlo, se va extinguiendo y desafortunados ejemplos hemos tenido recientemente en San Mamés. Por eso, los jugadores que defienden ahora nuestra camiseta en la Liga de las Estrellas tienen que recordar a este ‘hombre grande’ y digno que solo medía 1,54 metros y pesaba 50 kilos.
En los partidos de aquella época, muchos de los goles fueron de Pichichi y algunos de sus tantos históricos todavía los recuerdan los veteranos más ilustrados. Como ocurre, por ejemplo, con los que marcó al Barcelona en su visita a San Mamés el 8 y 10 de diciembre de 1916, en el que el Athletic venció por nueve a uno y por ocho a cero, respectivamente. ¡Que tiempos aquellos!
Por favor, Pichichi sigue rogando por nosotros y porque alguno de los actuales leones tenga de una vez el valor y el coraje de coger el testigo que les estás ofreciendo con cariño desde lo más alto. Eskerrik asko! Rafael Moreno por nacer futbolista y defender hasta la muerte los colores rojiblancos.